Desperta Ferro Especial n.º 37: Enemigos de Roma (I). Los celtas
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El primer volumen de nuestra nueva serie de Desperta Ferro Especiales está dedicado a los celtas, enemigos de Roma. Una serie centrada en los adversarios que hubo de enfrentar a lo largo de su milenaria historia. Dedicamos la primera entrega las gentes que griegos y romanos denominaron Κελτοὶ (Keltoi), Γαλάται (Galatai), Galli o Celtae: celtas. Estas comunidades habitaron entre los siglos V y I a. C. buena parte de la Europa continental, y, desde el primer saqueo de Roma en 390/387 a. C. –y más con el sacrílego ataque contra Delfos en 279 a. C.– se convertirían en pesadilla recurrente, titanes que desde Hiperbórea constituían una perenne amenaza. La historiografía ha empleado el gentilicio “celtas” para englobar a todo este conglomerado de gentes, con la problemática ecuación entre las noticias de las fuentes clásicas, la cultura arqueológica de La Tène y las lenguas celtas. En cualquier caso, la guerra sí fue un patrón común a todas ellas, compartiendo una panoplia y unas costumbres bélicas que los convirtieron en temible némesis para Roma. Fuese como migrantes, comerciantes, saqueadores, invasores o mercenarios –categorías frecuentemente entremezcladas entre sí–, los pueblos celtas marcaron indefectiblemente el desarrollo histórico del Mediterráneo, pocas de cuyas orillas no conocieron sus pisadas. En calidad de enemigos o aliados de Roma, los ejércitos celtas cambiaron y se adaptaron a los nuevos escenarios y retos a los que se enfrentaron, haciendo gala de una avanzada organización militar, de elaboradas tácticas y de una panoplia –hija predilecta de los mejores metalúrgicos de la Europa del momento– que, paralelamente, moldearon, poco a poco, las armas y la forma de hacer la guerra de sus enemigos. Luchadores hábiles y corajudos, tácticos ingeniosos y guerreros orgullosos, los celtas acabarían por encajar la derrota a manos de Roma transformándose en parte fundamental de sus fuerzas y alterando para siempre el desarrollo de la panoplia romana, cargada de características que hundían sus raíces en la cultura de La Tène.