Desperta Ferro Moderna Nº 38: Crimea (I) Balaclava
DF-DFM038
Por encima de las copas de los árboles de la selva mesoamericana se alzan monumentales templos coronando altas pirámides, atisbando un horizonte hoy muy distinto al de antaño. Los restos de esta arquitectura monumental, en su mayoría erigida en el período maya clásico (ca. 250-900 d. C.), pueblan todavía buena parte del paisaje. Algunas de estas edificaciones están en ruinas, pero preservan aún su orgullosa estructura, sustentada capa a capa, como si de estratos arqueológicos se tratara, por otros edificios monumentales anteriores a ellas. Unos y otros son testimonios del poder y la autoridad de las monarquías mayas que gobernaron en las grandes ciudades del Clásico, expresado de múltiples formas y con distintos medios a través de estelas, inscripciones, murales pintados y objetos de lujo que acompañaban, como buenos instrumentos de propaganda, la legitimación del poder de estos soberanos, fundamentada en sus ancestros y en el diálogo con los dioses.
La cultura maya ha sido siempre una de las que más ha fascinado a la investigación arqueológica, pero también a una cultura popular cautivada por el amplio conocimiento cosmológico de los antiguos mayas, su complejo y preciso calendario y sus, durante mucho tiempo, enigmáticas inscripciones, tan solo descifradas de forma clara hace cuatro décadas. Sin necesidad de recurrir a disparatadas teorías de influencias ultraterrenas que de algún modo recuerdan a las interesadas pretensiones de los reyes mayas de contar con el apoyo de sus dioses, puede indagarse en las creencias de los mayas a través de sus mitos y de sus prácticas rituales, que cuentan con aspectos llamativos como los sacrificios humanos –incluso como macabros finales en los juegos de pelota–, pero también con otras muchas formas de devoción mucho más mundanas. Pese a ese aspecto extraño, a menudo con modificaciones cefálicas y cráneos pronunciados, los reyes mayas que gobernaron con el uso de la autoridad eran muy humanos; tanto que fueron incapaces de imponerse en un territorio que en todo momento se mostró muy atomizado y fragmentado en grandes ciudades completamente independientes.
Poco a poco, el panorama se va aclarando, y vamos ascendiendo esa pirámide que representa el conocimiento del mundo maya en la etapa de su mayor esplendor. Pero para ello no solo hay que ir hacia arriba, y en ocasiones, como si fuéramos al xibalbá, el inframundo de los mayas, es necesario profundizar en las capas ocultas de la información menos explícita, y preguntarnos por las razones de su evolución social o por las causas de su rápido declive.