Comandantes medievales hispánicos. Siglos XIV-XV
DF-50454
A finales del siglo XIII, la Europa plenomedieval comenzó a dar los primeros síntomas de una crisis que sentaría las bases de la transición hacia la modernidad, un contexto de cambio que, como no podía ser de otro modo, también afectó a la práctica de la guerra. Los reinos cristianos peninsulares, con todas sus singularidades, no escaparon a semejante dinámica, en un complejo conjunto de procesos socio-políticos, militares, económicos e ideológicos que sembrarían la semilla de la futura primacía de las armas hispánicas en el contexto europeo occidental, y de su proyección al Nuevo Mundo en los primeros siglos de la Edad Moderna.
Entre los siglos XIV y XV, las estructuras que configuraban el orden feudal en la Península se resquebrajaron, presionadas tanto por problemas intestinos, como por el ascenso de las élites urbanas y la paulatina búsqueda de los soberanos de modelos centralizados de gobierno y, por lo tanto, de control de los ejércitos. Las fuerzas armadas y el ejercicio del mando cambiarían radicalmente, en una paulatina adaptación a todas estas circunstancias y a los retos exigidos por las distintas contiendas que los poderes peninsulares hubieran de librar, tanto sobre la piel de toro como en ámbitos extrapeninsulares, como ilustra la proyección mediterránea de la corona de Aragón. Asistimos, así, a una progresiva profesionalización de las huestes y de su organización, en tanto nuevas tácticas irrumpían al olor de la pólvora –entre otras innovaciones. Paralelamente, tanto la alta como la baja aristocracia se vincularon cada vez más al poder real –no sin resistencia–, hasta convertirse en una suerte de improvisado “Estado Mayor” a disposición de los soberanos. El viejo modo feudal de hacer la guerra dio sus últimos coletazos durante la Guerra de Granada, simbólico fin de una era. Dos siglos de cambio y de adaptación, que recorreremos a través de las vidas de estos «esforzados capitanes».