Desperta Ferro Contemporánea n.º 62: Montecassino (II). La caída de la línea Gustav

Estaba al caer la primavera, bajo la lluvia y entre el barro del frente
italiano, y, al igual que el pueblo al pie de la montaña, la solitaria,
ahora en ruinas, abadía de Montecassino, seguía en manos alemanas.
Después de que neozelandeses e indios se rompieran los dientes contra
el frente alemán en febrero, las posiciones defensivas habían sido
ocupadas por los paracaidistas de la 1.ª División de Fallschirmjäger,
tropas de élite que habían demostrado su valía en Creta en 1941 y
en Ortona hacía apenas unos pocos meses, y que a lo largo de las
campañas de Túnez y Sicilia se habían ganado el sobrenombre de
los Diablos Verdes, otorgado por sus enemigos anglosajones por su
fiereza y su capacidad de resistencia.
Para los aliados era imperativo atacar la línea Gustav, que partía en
dos la península itálica al sur de Roma. Estratégicamente, para atraer
hacia allí a la mayor cantidad posible de tropas alemanas de cara al
programado desembarco de Normandía, y operacionalmente, lo que
era aún más importante, para aliviar la presión que estaba sufriendo
la cabeza de playa de Anzio. No deja de ser irónico que la acción
que debía facilitar la penetración de las defensas alemanas acabara
necesitando ser rescatada por un asalto a las mismas con pocas
perspectivas de éxito.